Estimados lectores:
El día de hoy les traigo la tan esperada
continuación de la saga “De sangre y Ceniza” (esperada por mí, cuando menos).
Si les soy sincera, retrasé la lectura del libro por varios motivos, pero
principalmente porque estaba en un bloqueo lector terrible y no quería odiar
este libro o que me pareciera una carga. Esto es muy importante, porque llegado
el momento perfecto, este libro fue uno de los mejores que he leído en el año.
Sé que lo mismo dije de otra serie *cof,
cof, El reino de los malditos, cof, cof*, pero es que ahora que por fin crucé
esa brecha horrible del bloqueo lector, puedo apreciar perfectamente todos los
libros hermosos que tenía pendientes y que son de un género que me fascina, que
es la fantasía con romance.
Ahora, antes de hablar de específicos, tengo
que hacer mi disclaimer obligatorio, ya que siendo este una secuela, hay cosas
que inevitablemente pueden arruinarles el primer libro, así que aquí va: si no
han leído “De sangre y cenizas”, uno: no sé que esperan; y dos: vayan a leer mi
reseña aquí para que se den una idea de qué va.
Ya que están advertidos, entonces los que
quedan aquí conmigo sabrán cómo terminó el primer libro, en el que descubrimos
la verdadera identidad de Hawke y los planes que tenía con Poppy.
En retrospectiva les puedo comentar algo
:
en el primer libro vemos destellos de este personaje; Hawke, el guardia de
Poppy, apuesto, seductor y misterioso,
es un personaje no le llega ni a los talones a Casteel Da’Neer. NI A LOS
TALONES, LES DIGO.
Tiene que ser uno de los intereses
románticos/protagonistas mejor ejecutados en este cliché que es “soy-un-tipo-malo-y-guapo-pero-en-realidad-tengo-el-corazón-de-oro”
que nos venden mucho en la fantasía juvenil. Ahora, pocos autores logran hacer
uno de estos personajes creíble, fácil de empatizar y que no le robe
protagonismo a, pues, la protagonista (valga la redundancia).
Pero en Casteel tenemos un personaje muy
bien creado, que no es demasiado cursi en su enamoramiento con la protagonista,
que tampoco raya en lo acartonado pero que sí logra cautivar a los lectores (pásenle
la factura del psicólogo a Jennifer L. Armentrout por la futura obsesión con un
personaje ficticio que les espera).
Poppy tampoco se queda atrás. No tenemos
algo como un crecimiento real en el personaje, porque Poppy se mantiene fiel a
sí misma, incluso en esa encrucijada que también les será familiar de “estoy-descubriendo-mi-extraordinario-legado-después-de-pensarme-la-cosa-más-ordinaria-del-mundo”,
y “todo-lo-que-creí-de-mi-vida-es-una-mentira”. Ese toque original que
le da vida a Poppy a manos de la autora resulta en narraciones bastante
interesantes y una terrible adicción a leer este libro que seguramente les dejará
siendo irresponsables con sus demás obligaciones de la vida real.
Si han leído a Armentrout, no tengo nada
más que decirles, vayan en paz a endeudarse comprando toda la saga; si aún no
la leen, de verdad háganse un favor y léanla, este libro es uno de sus mejores
trabajos y ha creado un universo literario que vale la pena conocer.
No tengo que decirles que me encantó explícitamente,
así que solo me resta decirles que me alegro de haber tenido el tercer libro de
la serie disponible en la madrugada, y que solo tuviera que hacer un pequeño
viaje a mi librero para continuar la historia, ya que este termina en un mega
mega giro que no veía venir y no me iba a dejar dormir si no leía los
siguientes capítulos justo en ese momento.
ME FASCINÓ. Ya lo dije explícitamente,
ahora vayan en paz.
¡Hasta pronto!
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