miércoles, 12 de septiembre de 2018

Iniciativa Escritores Autopublicados (2): R.R.R. y la decisión de Elsa - M.G. Pineda


En esta ocasión, el libro autopublicado que les compartiré es un Thriller romántico, concursante al Premio Literario Amazon 2018, llamado "R.R.R. y la decisión de Elsa", del que la autora M.G. Pineda ha decidido compartirnos un fragmento del libro.

Disfruten y recuerden apoyar a los Escritores Autopublicados (para unirse a la iniciativa las bases están en este enlace), y si quieren leer más, compren una copia del libro.






Es Navidad en Roma. Elsa ha tomado la decisión de abandonar a Taylor, lo que va a lamentar
muy pronto. Llega a Nápoles para trabajar en una ONG. Allí es raptada por una mafia de trata de blancas. El jefe, se la lleva a su castillo para utilizarla y exhibir su belleza como cebo para atraer a grandes personalidades.
Su vida se ve envuelta en una espiral de mala suerte. Elsa llora su desdicha, piensa en su equivocación de haber tomado aquella decisión. Sola y encerrada, nadie puede ayudarla y piensa en Taylor, dándose cuenta que él no sabe dónde está y lo único que puede sentir es odio y enfado, por haberse alejado de él sin motivo.
Las esperanzas se desvanecen, cuantos más meses pasan de su secuestro y en la soledad de su prisión, a la espera de un fatal desenlace.




Detalles del producto
📑Formatos y precio: Kindle (2,99€)/tapa blanda (13€)
📑Longitud de impresión: 180
📑Vendido por: Amazon Media
📑ASIN: B07F6F724L
📑Enlaces de compra: Amazon



El reloj de la entrada marcaba las siete de la tarde de otra Navidad. Lo había preparado todo con sumo cuidado, como su vestido negro de seda. De todas las gargantillas, había elegido la de perlas, que se mantenían brillantes como el primer día que llegaron a sus manos. Poco a poco, terminó de poner todos los complementos sobre la cama. Se sentía nerviosa; no sabía si estaba haciendo lo correcto. Aquella mañana lo había decidido: no quería pasar otra Nochebuena sola. Le había llegado por Internet una propaganda de un restaurante llamado Romeo, el único de la ciudad que se había especializado en cenas de Nochebuena para personas solitarias. Había hecho la reserva.

Llegó el momento esperado y comenzó a vestirse. Después de una hora, ya se daba los últimos retoques. Elsa estaba preciosa. Sus cabellos negros lucían recogidos en un moño desenfado, el vestido negro de seda le quedaba perfecto y, con sus tacones altos, estaba muy elegante. Se puso un abrigo largo y negro, se miró al espejo por última vez, con su dulce mirada de mar, y quedó satisfecha con lo que veía.

Minutos antes había pedido un taxi que la llevaría al restaurante Romeo. Viajando por la ciudad, el taxi pasó junto al Coliseo. Elsa miró lo bonito que estaba en Navidad, todo iluminado. Muy cerca, habían colocado un gran árbol de Navidad con una bella estrella en su penacho que cambiaba de color a cada instante; cientos de luces lo iluminaban.

El taxi siguió su recorrido. Después de unos minutos, otro lo adelantó y se puso delante; parecía que iba al mismo lugar. Elsa, desde la parte de atrás, miraba hacia el frente al vehículo que la precedía. Dentro iba una sola persona. Por un momento pensó si sería alguien como ella, que se encontraba sola y vacía; cuando más se le notaba eran los días de Navidad.

Diez minutos después, el taxi de Elsa llegó al restaurante, situado en una calle amplia. Se paró frente a la puerta. La joven pagó y salió del vehículo, el cual se alejó deprisa; quizá lo estaban esperando para la cena de Nochebuena. Elsa se quedó parada, mirando el restaurante. Estaba todo iluminado con miles de luces de colores. Dudaba si entrar o no, pero al final se decidió.

No se había dado cuenta. En la acera había un joven bien vestido; había bajado del taxi que la había adelantado. Ella pasó delante, dejándolo atrás, y entró en el restaurante. Dentro ya se encontraban algunas personas, las cuales se suponía que eran comensales. Dejó su abrigo en el guardarropa y luego observó el lugar. Era grande. Tenía una entrada y, en ella, una barra pequeña para que las gentes se tomaran una copa mientras esperaban para sentarse en las mesas. Por un megáfono, se escuchó: «Buenas noches. Dentro de poco comenzaremos con la cena. Mientras esperamos, sacaremos unos aperitivos, así que disfruten de la noche y empiecen a romper el hielo».

En eso, salieron los camareros con bandejas llenas de bebida y manjares selectos en pequeñas porciones. Elsa se sentía observada por un hombre que la contemplaba con una mirada penetrante. Se estaba poniendo nerviosa. Entonces, se preguntó: «¿Qué hago yo en esta maldita fiesta de Navidad? ¿Me he dejado llevar por mi soledad?».

Tomó una cerveza, ya que en ese momento no había canapés, y escuchó la voz de aquel hombre que la turbaba:

—Toma este canapé. No bebas sin comer.

La joven lo miró. Vio que era un hombre muy guapo, moreno, con el cabello ligeramente ondulado y ojos claros, sin poder discernir si eran grises o de una tonalidad verde. Su mirada era agradable.

—Gracias. La verdad es que han sacado una bandeja y ha desaparecido; visto y no visto.

El joven sonrió, mostrando una perfecta dentadura blanca, y se presentó:

—Me llamo Taylor Saccaro.

—Elsa Facciola.

—Encantado, Elsa. Creo que vamos a pasar una noche inolvidable.

Se dieron la mano mientras seguían llegando personas; posiblemente, más hombres que mujeres, pero el restaurante se había encargado de emparejar a los máximos posibles. De nuevo, llegaban los camareros con sus bandejas repletas de cervezas, vinos y aperitivos. Pronto se hizo un corro de personas más afines y atrevidas. Hablaban entre ellas a la vez que se conocían y rompían el hielo.
 Elsa miraba a su alrededor. Pensó que le gustaría salir de allí a toda prisa. ¿Qué hacía ella en aquella fiesta para personas solitarias? En el fondo, se había arrepentido de su impulsividad en el mismo momento de hacer la reserva de la cena.

El joven le habló, haciendo que volviera a la realidad:

—¿Quieres tomar una copa de vino o una cerveza?

—No, gracias. Si bebo más, voy a terminar borracha antes de cenar.

—Me gustaría verte borracha.

—No suelo emborracharme. Si esta noche lo hago, será una excepción.

Ya había en la sala unas treinta personas aproximadamente. Entonces, se escuchó por el altavoz: «Por favor, vayan pasando al comedor y tomen asiento donde más les guste. Lo importante es que se sientan cómodos. La cena está a punto de ser servida».

La gente ya había hecho amistad, y cada cual fue sentándose según su gusto con la persona que estaba a su lado. En el ambiente se oyó una melodía agradable. Elsa entró la última, acompañada de Taylor. Solo quedaban dos sitios libres en una esquina de la última mesa, uno frente al otro; era una mesa alargada.

Taylor no dejaba de observar a la joven, la cual se sentía nerviosa por aquella mirada que parecía decirle: «Te deseo, y me gustaría echar un buen polvo contigo». Ella bajó la mirada mientras los camareros llenaban las copas de vino tinto.

Un comensal se levantó y propuso un brindis:

—Feliz Navidad a todos por este momento de compañía tan agradable.

Todos se levantaron y, unos a otros, se desearon Feliz Navidad. Taylor se acercó y le dijo a Elsa, susurrándole al oído:

—Por ti y por nuestra soledad. Espero verte otra vez. —Luego, se sentó en su sitio.

La mesa estaba llena de aperitivos sabrosos que fueron ingeridos con rapidez. Después, se escuchó una música que parecía una marcha. Salieron todos los camareros de la cocina al ritmo de la música, que embriagó los corazones de todos aquellos solitarios. Fue una agradable sorpresa para los comensales, que veían con entusiasmo cómo llegaba el primer plato, el cual consistía en un lomo de pescado acompañado con unas finas verduras en juliana. Y para beber, vino a elegir entre blanco y rosado.

De nuevo, la música sonaba a todo ritmo y los camareros salieron con dos platos, uno en cada mano, deprisa, como si la melodía los poseyera. El segundo era carne: un solomillo con salsa de vino Marsala con setas, y una especie de pasta y judías verdes hechas manojitos con un cruzado de zanahoria.

Tras el segundo plato, parecía que un grupo de camareros se había marchado junto con los cocineros para cenar con sus familias.

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